
En política, el engaño es muchas
veces reiterado por los dirigentes. En las academias militares se
estudia una operación que se conoce como “velo y engaño”. Es tan antigua como la guerra. Así lo reseña infobae.com
Por Juan Bautista “Tata” Yofre
Ya Jenofonte la tenía en cuenta. También Sun Tzu, Federico el Grande y el mariscal Foch.
La caída de la Línea Maginot en manos alemanas, en Francia, durante la
Segunda Guerra Mundial, fue una aplicación clásica del “velo y engaño”.
Consiste, según los manuales militares de “conducción de fuerzas
terrestres”, en mostrar una cosa por un lado y hacer otra, contraria, para alcanzar el éxito.
“El velo comprenderá medidas
especiales destinadas a proporcionar seguridad a un plan […] el engaño
es una actividad destinada a hacer incurrir al enemigo en conclusiones
erróneas, mediante distorsión o falsificación de indicios”.
En la primera semana de 1959, mientras América Latina observaba con alegría y esperanza la caída en Cuba del dictador Fulgencio Batista y la pronta normalización democrática a través de elecciones libres, como había prometido Fidel Castro en la Sierra Maestra, un plan se tramaba en la clandestinidad.
Algo que conducía a un destino absolutamente contrario a lo acordado
con otros grupos revolucionarios que habían combatido la dictadura.
El 13 de enero de 1959, al cuarto día de tomar el poder en La Habana, Fidel aseguró: “Sé
que están preocupados de si somos comunistas. Quiero que quede bien
claro, no somos comunistas… pero no tenemos que decir que somos
anti-comunistas por agradar al extranjero”.
Hablando claramente –revelando las sospechas de los más avezados, de los que no eran cómplices–, los que lucharon por una democracia fueron llevados en poco tiempo al terror comunista.
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A tres meses de la huida de Fulgencio Batista, ya funcionaba lo que el escritor estadounidense Tad Szulc denominó el gobierno oculto. En síntesis: la revolución socialista (comunista) fue puesta en marcha secretamente pocos días después del 8 de enero de 1959. Para ello se transitaba en dos niveles. Uno, los contactos y negociaciones que se realizaron en la Sierra Maestra antes de la caída de Batista, entre Castro y el líder comunista Carlos Rafael Rodríguez, y el otro, el “gobierno oculto” que concretaría la estafa a gran parte de la sociedad cubana.
Como sostuvo Fabio Grobart
(también llamado Antonio Blanco), historiador y uno de los ideólogos y
fundadores del Partido Comunista Cubano, “se requería un proceso, de
meses y años, para preparar a la opinión pública sobre la necesidad de
tener un Partido Comunista unificado, y de que el comunismo no es tan
grave, tan peligroso, tan malo”.
En abril de 1959, el hombre que
habría de terminar con la prensa libre en Cuba viajó a los Estados
Unidos invitado por la American Society of Newspaper Editors.
El 15 de ese mes llegaba a Washington D.C., en plan de relaciones
públicas durante dos semanas, acompañado de asesores económicos.
En medio de tantas actividades y declaraciones, llamó la atención cuando afirmó en forma terminante: “Digo
de manera clara y definitiva que no somos comunistas. Están abiertas
las puertas para inversiones privadas que contribuyan al desarrollo de
Cuba. Es absolutamente imposible que progresemos si no nos entendemos
con los Estados Unidos”.
Un año más tarde reconocería, con un tono de burlesco cinismo, haber mentido, engañado, “por razones tácticas”.
Bueno es recordar que el 14 de abril de 1959 Roy Rubotton, alto funcionario del Departamento de Estado, consideró a Castro “un líder distinguido” y el mismo año, cuando tomó conciencia de que no era lo que consideraba, lo mando asesinar. Ya era tarde y el castrismo perdura hasta hoy.
Fidel Castro en su gira por los Estados Unidos de Norteamérica
En la capital de los Estados Unidos, el presidente Dwight D. Eisenhower no lo recibió porque se encontraba muy molesto por los juicios públicos y los fusilamientos televisados que se desarrollaban en La Habana. Además, todavía, su gobierno no había trazado una línea política hacia Cuba y no quiso arriesgar, por lo tanto eligió jugar al golf.
Castro se encontró con el vicepresidente Richard Nixon el domingo 19 en una oficina del Capitolio y ofició de traductor el entonces teniente coronel Vernon Walters. El militar y más tarde alto funcionario de la CIA relató años después que en un momento Castro se puso muy nervioso, diciendo:
–No comprendo por qué en este país me critican por fusilar a los criminales de guerra.
–Oiga –le respondió Nixon–, si
usted detiene a gente a las once de la mañana, la juzga al mediodía y la
fusila a las dos de la tarde, tiene que esperar forzosamente que lo
critiquen.
–La opinión pública cubana aprueba estas ejecuciones –opinó Castro, nervioso.
Y Nixon, sin perder la compostura, dijo:
–La opinión pública alemana apoyó a
Hitler casi hasta el último instante, y eso no significa que los actos
de Hitler queden así justificados. Hay que pensar en la justicia.
–Me acusan de genocidio, cuando en realidad estoy fusilando a miserables fascistas. Es absurdo.
A lo que Nixon respondió:
–Recientemente usted procesó a un
grupo de aviadores que habían servido en las fuerzas armadas de Batista,
acusándolos de genocidio debido a que habían bombardeado a sus fuerzas
en la Sierra Maestra. El tribunal los absolvió. Usted anuló la
sentencia, convocó otro tribunal que los condenó a muerte, y usted los
fusiló. Mientras usted haga cosas de este tipo, debe esperar que lo
critiquen, si no en Cuba, por lo menos en nuestro país.
Burlándose de Nixon
Nada positivo salió de las más de
dos horas de diálogo. El vicepresidente, después, comentó que el
dirigente cubano estaba manejado por los comunistas. No se equivocaba.
El escritor cubano Norberto Fuentes formó parte de la intimidad de Fidel Castro hasta 1989 y, luego, como Pablo de Tarso, o San Pablo, camino a Damasco, vio la luz y escribió “La autobiografía de Fidel Castro” y, a manera de ventrílocuo, lo hace hablar al comandante.
Relata que Fidel, en la entrevista con Nixon, se dio el lujo de tomarle el pelo.
En un momento, el vicepresidente puso frente a su vista un listado de
comunistas infiltrados en las fuerzas cubanas. En ese momento, Castro
estaba acompañado por Luis Mas Martín, el jefe de Propaganda del PSP (comunista).
Castro: Mira esto Chicho, Luis Mas es comunista.
Luis Mas: Coño, sí, Fidel. Luis Mas es comunista. Qué cabrón ese Luis Mas.
Castro: ¿Tú sabías que él era comunista, Chicho?
Luis Mas: No, Fidel, no. Primera noticia.
Seguidamente, Walters acompañó al comandante Castro al Departamento de Estado, y más tarde a un programa de televisión –Meet the Press–,
donde también le preguntaron acerca del “paredón”. En la capital de
EE.UU. afirmó que las elecciones presidenciales se habrían de realizar
tras un período de cuatro años. Antes había sostenido un plazo de dos
años. La medida dilatoria fue acompañada por la consigna “¡Revolución primero, elecciones después!”.
Nixon, que se preparaba para ser
candidato presidencial del Partido Republicano al año siguiente, ya
tenía un ligero conocimiento de América Latina. En 1958, con motivo de
encabezar la delegación de su país a las ceremonias de asunción del
mando del presidente argentino Arturo Frondizi, visitó
las capitales de Uruguay, Paraguay, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela.
En general, salvo algunos incidentes –en la Plaza San Martín de Lima y
los más graves, en Caracas, por ejemplos–, el periplo no fue mal
evaluado por el gobierno norteamericano.
Sacándose la careta
El sábado 2 de diciembre de 1961
Fidel Castro estaba dando una charla a un grupo de jóvenes en un estudio
de televisión. El programa se llamaba Universidad Popular.
Nadie esperaba una de sus acostumbradas arengas, simplemente escuchaban
una participación en la que explicaba los orígenes y el desarrollo del
Movimiento 26 de Julio. Pero con Fidel nunca se sabía. Nada hacía
predecir que sus palabras llamarían poderosamente la atención. En un
momento dijo, como al pasar:
“A mí me han preguntado algunas
personas si yo pensaba, cuando lo del (asalto al cuartel) Moncada, como
pienso hoy. Yo les he dicho que pensaba muy parecido a como pienso hoy.
Ésa es la verdad… Lo digo aquí con entera satisfacción y con entera
confianza: soy marxista-leninista y seré marxista-leninista hasta el último día de mi vida“.
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Luego se preguntó a sí mismo ante la audiencia:
“¿Creo absolutamente en el
marxismo? Creo absolutamente en el marxismo. ¿Lo comprendía [en 1953]
como lo comprendo ahora, después de diez años de lucha? No, no lo
comprendía entonces como lo comprendo ahora. ¿Tenía prejuicios respecto
al comunismo? Sí. ¿Pensaba que los comunistas eran unos ladrones? No,
nunca… Siempre pensé que los comunistas eran gente honorable, honrada”.
En otra declaración del viernes 22 de diciembre del mismo año, al diario Revolución,
dio clase de pragmatismo: “Desde luego, si nosotros nos paramos en el
pico Turquino cuando éramos ‘cuatro gatos’ y decimos: somos
marxistas-leninistas, desde el pico Turquino, posiblemente no hubiéramos
podido bajar al llano. Así que nosotros nos denominábamos de otra
manera, no abordábamos ese tema…”.
El pico Turquino es el más alto de Cuba y está enclavado en la Sierra Maestra. Para ese día el
castrismo ya había roto relaciones diplomáticas con el gobierno de los
EE.UU., tras (apoderarse) nacionalizar sus inversiones sin ningún tipo
de indemnización; había clausurado la libertad de opinión y prensa;
enmudeció a la Iglesia mientras la población huía de cualquier manera.
El año anterior, tras la visita del dirigente soviético Anastás A. Mikoyan, Cuba recibió un suculento apoyo armamentístico de Moscú en 1961, mientras en agosto del mismo año en Buenos Aires Ernesto “Che” Guevara hablaba con el presidente Arturo Frondizi de la vocación pacífica de la revolución,
y Fidel sostenía que “continuaremos haciendo de nuestra patria un
ejemplo que convierta a la cordillera de los Andes en la Sierra Maestra
de toda América”.
El comandante cubano Ramiro Valdés con Chávez en Caracas
Al mismo tiempo, en el plano del control interno se crean distintos organismos de seguridad y represión.
Entre otros, el Ministerio del Interior y la Dirección General de
Inteligencia (DGI), con la colaboración dominante del Pacto de Varsovia,
en el que se destacará por muchos años el histórico comandante de la
revolución Ramiro Valdés Menéndez, el mismo que, a pesar de su edad, sigue de cerca la evolución de la República Bolivariana de Venezuela.
El estudio de la CIA sobre la personalidad de Castro
En diciembre de 1961, cuando la
situación se hizo irreversible y los americanos ensayaban diferentes
medidas para solucionar la cuestión, la Agencia Central de Inteligencia le hizo llegar al presidente John F. Kennedy un perfil psicológico del líder cubano.
Entre otras definiciones sostiene:
“Fidel Castro no está
‘loco’ (‘crazy’), pero es una personalidad tan altamente neurótica e
inestable como para ser vulnerable a ciertos tipos de presión
psicológica. Los elementos neuróticos sobresalientes en su personalidad son su hambre de poder y su necesidad de reconocimiento y adulación de las masas. No puede obtener una gratificación emocional completa de ninguna otra fuente.
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“El egoísmo de Castro es su talón de Aquiles.
Las cualidades narcisistas extremas de su personalidad son tan
evidentes que sugieren patrones de acción predecibles durante la
victoria y la derrota. Cuando está ganando, debe controlar la situación
por sí mismo sin delegación de autoridad, y debe continuar buscando
nuevas áreas de autoridad para vencer. Cuando se enfrenta a la derrota,
su primera preocupación es retirarse estratégicamente a un lugar donde
pueda reagrupar sus activos y liderar personalmente otra rebelión.
“La agresividad de Castro se deriva
de los constantes intentos de lograr una posición especial que se le
niega. En el pasado, buscó la aprobación de diversas fuentes, pero
actualmente lo está sacando de las masas cubanas, la fuente actual de su
sentido de poder y prestigio. Mientras las masas continúen apoyándolo, no sufrirá de ansiedad, depresión ni síntomas psiquiátricos manifiestos. La amenaza crónica para el equilibrio de su personalidad es que esta fuente de gratificación podría ser retirada.
“Fuentes adicionales de gratificación y fortalecimiento del ego parecen ser su relación con el Che Guevara y su hermano Raúl. Hay
fuertes indicios de que Castro es dependiente y sumiso al Che
intelectualmente y que su estabilidad emocional sufriría si el Che no
mantuviera una actitud firme y positiva hacia él. La interrupción de esta relación, por lo tanto, incomodaría a Castro y reduciría su efectividad.
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“Aunque depende de las
masas para su apoyo, no tiene un respeto real por ellas y no confía en
ellas lo suficiente como para celebrar elecciones. Su primera
consideración es mantener el control del poder por sí mismo.
Probablemente se destruiría a sí mismo y al pueblo cubano para preservar
este estatus. Esta es la base para continuar su etapa revolucionaria
más allá de su período de utilidad.
“Castro es una persona de dotación intelectual superior con insaciables necesidades narcisistas y exhibicionistas,
y la propaganda dirigida a estas características tendría un impacto en
Castro y también parecería plausible para sus partidarios. Sus
inconsistencias obvias y sus sorprendentes deficiencias pueden
destacarse mejor de esta manera. Castro es un líder, agitador y promotor
ideal de los disturbios, pero no tiene capacidades para la organización
ni la administración, ni tiene ninguna preocupación por la
implementación de planes detallados. Además, no puede confiar en nadie
lo suficiente como para permitirle delegar autoridad”.
Como se observa la
radiografía psiquiátrica de Fidel Castro tendrá puntos de contacto con
la que años más tarde manifestó el comandante venezolano Hugo Chávez
Frías.
En síntesis, los dos echaron mano al “velo y engaño”.
En el caso de Chávez, su amante Herma Marksman (“Anabela”),
la única mujer que perteneció al grupo conspirativo del Partido de la
Revolución Venezolana, contó que el futuro mandatario le dijo en una
oportunidad:
“Yo tengo una doble vida;
en el día soy un oficial de carrera que cumple con su trabajo, pero en
la noche estoy trabajando para lograr las transformaciones que necesita
este país”.
Faltaban varios años para apoderarse del Palacio Miraflores pero ya en 1982 su hermano Adán (futuro embajador en Cuba) le presentaría al legendario guerrillero Douglas Bravo,
fundador de la Fuerza Armada de Liberación Nacional, y se incorporaría a
la insurrección bajo el seudónimo “José María” y más tarde “comandante
Pancho”. En ese momento Chávez tenía 30 años y recién en 1994 visitaría La Habana.
En 1998, poco antes de la elección presidencial que lo llevó al gobierno, Chávez volvió a engañar al periodista Jorge Ramos de Univisión Noticias con promesas que nunca llevaría a cabo: habló de no tener interés de apoderarse indefinidamente del poder, la libertad de prensa y su interés por la inversión privada.
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