Los colectivos venezolanos, las bandas de civiles armados que atacan a los manifestantes y defienden a Maduro

CARACAS,
Venezuela — Los motociclistas llegaron con un estruendo; eran una
falange de chaquetas rojas con ropa oscura. Algunos llevaban los rostros
cubiertos mientras aceleraban los motores ante los manifestantes.
Arrojaron bombas de gases lacrimógenos para dispersar a la multitud y,
según los testigos, luego sacaron las pistolas y dispararon.
Carlos
Moreno, de 17 años, cayó al suelo y un charco de sangre se formó
alrededor de su cabeza. “Se le estaba saliendo la materia cerebral”,
recordó Carlos Julio Rojas, un líder comunitario que presenció el
tiroteo sucedido en Caracas el miércoles pasado.
Quienes
estaban en la protesta dicen que los hombres uniformados que dispararon
contra Moreno no pertenecían a las fuerzas de seguridad del gobierno.
Eran miembros de bandas armadas que se han convertido en agentes clave
para el presidente Nicolás Maduro, quien intenta sofocar las crecientes
protestas contra su gobierno.
Esos
grupos, que reciben el nombre de colectivos, forman parte del escenario
político venezolano desde hace mucho tiempo, pues fueron fundados como
organizaciones comunitarias a favor del gobierno. Según los expertos que
estudian su conformación, se trata de civiles con entrenamiento
policial que han sido armados por las autoridades.
Los
colectivos controlan un vasto territorio del país y en algunos casos se
financian por medio de actos delictivos como la extorsión, el
contrabando en el mercado negro de alimentos regulados y el
narcotráfico. El gobierno tolera sus actividades a cambio de lealtad.
Actualmente parece que desempeñan un papel importante en la represión de la disidencia.
Cientos
de miles de manifestantes han tomado las calles de Caracas y otras
ciudades exigiendo que se celebren elecciones. Las protestas se han
intensificado debido a la crisis económica que ha generado una gran escasez de productos básicos como alimentos y medicinas —así como una reciente resolución del Tribunal Supremo de Justicia con
la cual intentó asumir las funciones de la Asamblea Nacional— lo que ha
contribuido a la desestabilización del país y se han convertido en la
amenaza más grande para el gobierno actual desde el golpe de Estado que
en 2002 destituyó, por unas pocas horas, a Hugo Chávez.
Maduro
ha respondido desplegando efectivos de la guardia nacional armados con
cañones de agua, balas de goma y perdigones para dispersar a las
multitudes. Pero diversos expertos y testigos aseguran que, junto a las
fuerzas de seguridad, también actúan los colectivos que se dedican a una
intimidación más brutal y, en muchos casos, mortal.
“Esos
son los verdaderos grupos paramilitares de Venezuela”, dijo Roberto
Briceño-León, director del Observatorio Venezolano de Violencia, un
grupo académico que monitorea los actos delictivos en el país.
Los
colectivos se han convertido en agentes represores a medida que han
disminuido los ingresos del gobierno venezolano a causa de la creciente
deuda externa y la caída de los precios del petróleo. Según muchos
venezolanos, los colectivos aparecen en casi cualquier protesta en la
que el gobierno perciba que los ciudadanos se pasan de la línea, desde
los rutinarios conflictos laborales con sindicatos hasta las
manifestaciones estudiantiles.

Eladio
Mata, un dirigente sindical del sector salud, dice que el año pasado
los miembros de un colectivo le dispararon cuando se estancaron las
negociaciones en el Hospital Universitario de Caracas.
Mata
cuenta que cuando llegó a la puerta principal del hospital se encontró
con varios hombres que le impidieron salir. Él cree que fueron llamados
por la directiva del hospital. Los miembros del personal intentaron
ayudarlo a salir, pero un miembro del colectivo le disparó en la
espalda. Luego tuvo que ser arrastrado a una sala de operaciones para
una cirugía de emergencia.
“En este país está prohibido disentir”, dijo Mata.
Oscar
Noya, un investigador de enfermedades infecciosas tropicales, dijo que
su laboratorio ha sido objeto de actos vandálicos en unas 30 ocasiones,
perpetrados por miembros de los colectivos que destruyen sus equipos y
se llevan los cables eléctricos.
Noya
cree que ordenaron vandalizar su sitio de trabajo porque suele publicar
información sobre epidemias de enfermedades infecciosas que el gobierno
no informa, particularmente la propagación de la malaria.
También
comentó que las autoridades han guardado silencio ante sus repetidas
denuncias, por lo que cree que los colectivos han “alcanzado un nivel de
impunidad total”.
Fermín Mármol, criminólogo
Los
expertos dicen que los colectivos se originaron en los primeros días
del gobierno de Chávez, quien originalmente los concibió como
organizaciones sociales que le ayudaran a instaurar su visión de una
revolución socialista que transformara los barrios pobres de Venezuela.
Muchos tenían sus propios nombres, banderas y uniformes. Finalmente, el
gobierno les impartió entrenamiento de armas y seguridad, para
desplegarlos como un grupo de milicias.
A
medida que los grupos se hicieron más poderosos, ejercieron su propia
influencia, sobre todo respecto al control de actividades del crimen
organizado como el tráfico de drogas en los barrios de Caracas.
Su
poder llegó a ser tal que, en 2014, algunos tuvieron violentos
enfrentamientos con la policía como parte de un esfuerzo por expulsar a
un ministro del Interior y Justicia que trató de frenarlos. Más
recientemente, otros miembros de colectivos han librado mortales
reyertas con soldados durante el despliegue de operaciones militares que
buscan contener el crimen organizado.
Según
Fermín Mármol, un criminólogo de la caraqueña Universidad Santa María,
esos grupos controlan el 10 por ciento de los pueblos y ciudades de
Venezuela. Mármol explicó que la profunda inclinación ideológica de los
colectivos significa que defenderán a Maduro a toda costa.
“Si
la revolución pierde la presidencia mañana, los colectivos
inmediatamente se convertirán en una guerrilla urbana”, dijo el experto.

Las
bandas de colectivos han sido acusadas de ataques contra periodistas
que cubren sus actividades en las calles. Sin embargo, en algunas
entrevistas, sus líderes han negado cualquier vinculación con
actividades criminales y dijeron que se dedicaban a defender la
revolución.
A
pesar de sus ataques contra los disidentes, para algunos venezolanos de
los sectores más pobres los colectivos se han convertido en una fuente
de orden aceptada por la gente.
Haide
Lira, de 58 años, es una asistente administrativa que vive cerca del
barrio de clase trabajadora La Vega y dijo que los enfrentamientos entre
manifestantes y los colectivos han sorprendido a los vecinos. Ella
simpatiza cada vez menos con quienes protestan. “Así no se presiona a un
gobierno”, opinó.
Sobre
los colectivos, comentó: “Ellos ponen orden donde hay desorden. Es
cierto, son civiles armados, pero ¿qué se puedes hacer en este mundo que
está al revés?”.
Pero
los ataques contra los manifestantes han traumatizado a muchos, como es
el caso de Rojas, el líder comunitario que fue testigo de la muerte de
Carlos Moreno. Cuenta que los manifestantes intentaron salvar a Carlos;
subieron su cuerpo a una motocicleta para que llegara rápido a un
hospital, donde fue declarado muerto.
Algunos
trataron de perseguir a los agresores, pero fueron refrenados por otros
que les dijeron que sería inútil. Rojas trabaja con políticos de la
oposición y explicó que se había acostumbrado a los ataques, que durante
mucho tiempo han formado parte de su trabajo como activista.
“Atacan
a sus vecinos cuando están en las filas para alimentos y son
identificados como miembros de la oposición, atacan a los dueños de
tiendas cobrándole extorsiones y atacan a los panaderos
quitándole parte de su producción para venderla en el mercado negro”,
contó. “No son verdaderos colectivos, o actores políticos. Son
criminales”.
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