El lunes en la tarde un joven moreno y algo
robusto lloraba desconsoladamente sentado en la acera en la esquina de
Balconcito, de la céntrica avenida Baralt
El
lunes en la tarde un joven moreno y algo robusto lloraba
desconsoladamente sentado en la acera en la esquina de Balconcito, de la
céntrica avenida Baralt. Uno que otro transeúnte se le acercaba a
preguntar el motivo de tantas lágrimas y tanto pesar. Esta era la
historia: consiguió un dinero, compró unos cartones de huevos y los
estaba vendiendo con su hermana en un improvisado tarantín.
Otras veces había realizado esa
operación para sacar unos realitos, tras pagar la consabida matraca a
los uniformados. Esta vez la "protección" no funcionó: llegó la GN, lo
emplazó y después de varios empellones le llevó la mercancía. Una
jornada a pérdida y a casa con los bolsillos vacíos.
Ocurre todos los días en Venezuela: el
Gobierno cerca y asedia desde las unidades unipersonales del mercado
hasta a los gigantes de la empresa privada. La verdadera guerra
económica.
Mientras, por supuesto, seguirán los llamados a invertir y a producir.
Por eso los famosos motores no producen sino paja y de la más reseca.
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